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El papel es el insumo básico de la producción de libros. Desde hace ya tiempo la Cámara Argentina del Libro (CAL) viene denunciando su incremento desmedido en el precio y su desabastecimiento. Días atrás, las dos principales papeleras (Ledesma y Celulosa Argentina) explicaron que esta problemática no depende estrictamente de sus decisiones, sino que existe un contexto que lo genera. Además, minimizaron las sentencias del sector editorial.
El asunto volvió a ponerse sobre la mesa luego que las editoriales de literatura infantil y juvenil expresaron su preocupación en torno a los precios “escandalosamente altos” del papel ilustración, un insumo que no se fabrica en Argentina y que se paga “cuatro o cinco veces más que el precio internacional”. Hace apenas unas horas, la CAL publicó un comunicado en respuesta a los dichos de los directivos de las papeleras.
Bajo el título, “Comercialización del papel en Argentina: historia de un abuso (de posición dominante)”, la cámara sostiene que las papeleras dieron “apreciaciones parciales”, por lo que intenta en este texto “dar precisiones y alentar al debate sobre la producción de libros en la Argentina y sobre la rentabilidad que hace viable la permanencia de editoriales PyMes, lo que, a su vez, garantiza el acceso a la bibliodiversidad”.
Son tres puntos los desarrollados en el comunicado. En el primero, titulado “Papel ilustración: concentración y abuso”, la CAL explica que se trata del “papel que se usa mayoritariamente en los libros infantiles que se imprimen a color; también es el papel de las tapas de todos los libros en general”, y que “el mercado cuenta con muy pocos importadores de papel ilustración (Stenfar, Papeles Europeos y Castinver del Grupo Ledesma, Casa Hutton de Celulosa Argentina)”.
Dice que estamos frente a un oligopolio que “fija precios altísimos en función de los valores internacionales y los costos de importación”. También da montos: “Internacionalmente, la tonelada de papel ilustración se paga en torno a los USD 1500, estas empresas nos lo venden a USD 6000, a quienes pueden acceder a comprarlo directamente y quienes requieren un intermediario más, pagan alrededor de USD 7000″.
En el segundo punto, “Papel interior: más abusos de posición dominante”, se lee: “Es el papel en el que se imprimen los libros cuyo interior se imprime en blanco y negro (ficción, no-ficción, poesía, etc.). Hay dos fabricantes, que son los que declararon en la citada nota periodística: Ledesma y Celulosa Argentina. El papel de interior aumentó un 35% en el 2020, es decir, acompañó a la inflación; un 121% en 2021, es decir, la duplicó con creces; y un 155% en 2022, es decir, la superó en un 50%”.
¿Y en este año cuánto aumentó el papel interior? “Para lo que va de 2023, tienen un aumento acumulado de 63%, lo que duplica la inflación general del país. Entonces, es falso que las papeleras ‘acompañen a la inflación’ o que ‘en 2020 hayan quedado atrasados’”.
Por último, “PVP/costos (que crecen) / rentabilidad (que se achica)”. Los libros tienen, por ley, un precio fijo conocido como Precio de Venta al Público (PVP) donde “se detraen los montos brutos percibidos por la cadena comercial y los autores, entre otros”. En este sentido, explican, “es imposible tomar el PVP como referencia para entender cómo incide el precio del papel, como caprichosamente deciden hacerlo los referentes de las papeleras entrevistados”.
Sobre este asunto, a principios de este año la CAL publicó dos gráficos. Por un lado, está el costo industrial del libro, y por otro, el precio en que después se vende. El costo tiene estos porcentajes: 54% para el papel, 20% para la impresión, 15% para la encuadernación, 6% por el diseño y 5% para la edición. Y el precio tiene estos porcentajes: 50% el canal de venta, 19% el costo industrial (papel, impresión, encuadernación), 13% la gestión editorial, 10% al autor y 8% a la editorial.
“Lo que notamos desde el 2018 a esta parte es que la rentabilidad del sector editorial se ha visto afectada por los aumentos indiscriminados de la materia prima, lo que implicó una enorme transferencia de recursos de todos los actores de la cadena hacia las papeleras. Una rentabilidad menor de los que intervienen en el proceso del libro hace que la oferta disminuya, que la bibliodiversidad se vea afectada y que el acervo cultural de un país se vea comprometido”.
Jorge Martínez Falino de Celulosa Argentina dijo que “la incidencia del precio del papel en la tapa del libro es un 5%, es decir que con un kilo de papel hacés dos libros o más, y eso es equivalente a un café (…) Si los que critican dejan de tomar un café en la esquina pueden comprar un kilo de papel y hacer dos libros”.
En el comunicado, la CAL responde: “Tal vez, sea el momento de debatir con seriedad estos aspectos, sin la liviandad de apreciaciones simplistas. Incluso, si hace falta, puede hacerse café mediante”.
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