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La sequía que afectó a gran parte de la Argentina y sacudió especialmente a la provincia de Buenos Aires llegó a su fin semanas atrás, de acuerdo con un informe de la Mesa Nacional de Monitoreo de Sequías. Ahora, expertos proyectan que se abrirá paso a una fase “neutral” donde las lluvias deberían recuperar los valores habituales para el otoño, antes de ingresar en el evento conocido como El Niño, caracterizado por las condiciones de mayor humedad y precipitaciones. La advertencia por la “agudización de los extremos” y la preocupación por el avance del cambio climático.
“Se ha declarado oficialmente la finalización del evento La Niña”, estableció en marzo la Mesa Nacional de Monitoreo de Sequías. La caída de agua muy por debajo de los valores habituales en algunas zonas de la Argentina se extendió por más de tres años, aunque especialmente golpeó a la provincia de Buenos Aires, donde el 40 por ciento del territorio se encuentra bajo “sequía extrema” y “excepcional”, según los relevamientos del Sistema de Información sobre Sequías para el Sur de Sudamérica (SISSA).
Las sequías que se producen por el impacto del fenómeno de La Niña son efecto de un enfriamiento de las aguas superficiales del Océano Pacífico ecuatorial, a la altura de Perú, que a su vez genera variaciones en la atmósfera, con cambios en los vientos y la presión. Ese combo genera alteraciones en el clima de toda la región y la consecuencia más concreta es la baja cantidad de precipitaciones
La Niña es la cara opuesta del fenómeno conocido como El Niño – su nombre completo es El Niño-Oscilación del Sur – que, a la inversa, produce un calentamiento en las aguas del pacífico ecuatorial y repercute en toda la región, con más humedad y precipitaciones mayores a las habituales. Ambos fenómenos se repiten, de acuerdo con los expertos, cada entre dos y siete años, siempre de forma muy irregular.
La licenciada en Ciencias de la Atmósfera e investigadora del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), Natalia Gattinoni, explicó a Página|12 que ahora el fenómeno se encuentra en una fase de “neutralidad”, después de tres años en su etapa de La Niña. “Está inactivo, no es que como estaba presente La Niña y ahora cambió habrá más tormentas. Lo que sucede es que está la posibilidad de más lluvias porque se espera una recuperación de los valores de precipitaciones habituales para esta época”, alcaró.
Sin embargo, remarcó que para el próximo trimestre existen más posibilidades de tener lluvias con valores normales o superiores a los normales, en especial en las zonas más afectadas por la sequía.
Un informe del Servicio Meteorológico Nacional publicado días atrás proyecta que para los meses de abril, mayo y junio se pueden esperar precipitaciones con valores “normales o superiores a lo normal” en las provincias del norte y noroeste de la Argentina, Córdoba, oeste de Santa Fe, San Luis, La Pampa y gran parte de Buenos Aires, las más afectadas por la seca.
Un informe publicado en marzo por la Mesa Nacional de Monitoreo de Sequías determinó que la superficie afectada por sequías había aumentado en más de un millón de hectáreas:
Un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario estimó pérdidas superiores a los 19 mil millones de dólares por efecto de la sequía para la campaña de cultivo 2023, lo que representa alrededor de tres puntos porcentuales del PBI, sólo teniendo en cuenta el golpe que produce en la producción de soja, trigo y maíz. En marzo, los expertos dijeron que “no hay palabras para describir el impacto que ha tenido una campaña marcada por todos los récords históricos de tiempo”, por olas de calor y déficit de lluvias por tercer año consecutivo
Gattinoni recordó que una situación similar se vivió entre 2008 y 2009, también por el sacudón que provocó en materia agropecuaria. “Tuvo la persistencia en el tiempo y una extensión territorial y espacial similar”, graficó. “En un contexto de cambio climático, hay evidencia de que se acentúan los períodos y eventos extremos. Esta sequía hay que tenerla como una de las más importantes”, señaló.
Más allá del factor económico clave en un contexto de falta de dólares, la sequía y las olas de calor históricas registradas en marzo produjeron un fuerte impacto en el ambiente, con la caída a niveles mínimos de ríos, arroyos y lagunas, en especial en la provincia de Buenos Aires. “Para que se recuperen los niveles normales tiene que escurrir el agua, debe haber lluvias generalizadas y persistentes en el tiempo, que alimenten a las cuencas”, sintetizó la experta.
Por su parte, el viceministro de Ambiente, Sergio Federovisky, advirtió en diálogo con Página|12 que el cambio climático producirá en el futuro una “agudización de los extremos”, con sequías y tormentas más severas. “Episodios meteorológicos que siempre existieron ahora aparecerán más violentos, recurrentes y agudos”, puntualizó.
“Si hay una sequía que lleva cuatro años es esperable que desaparezcan lagunas o haya menos agua en ríos y arroyos. Sería iluso suponer que no. En lugar de discutir si es un récord, hay que entender que son procesos y que serán cada vez más agudos. Y que la contracara será más violenta. Es factible que cuando termine, este proceso de sequía sea reemplazado por inundaciones, que también pueden ser brutales”, remarcó.
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