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Dentro del oficialismo, ya se están planteando debates sobre el futuro. Es un paso natural, considerando que en breve el peronismo dejará el gobierno para pasar a la oposición. Este cambio de roles modifica el panorama político y abre una nueva etapa en la búsqueda de un liderazgo y una dirección renovados.
Hay consenso en el peronismo acerca de la necesidad de un cambio en las primeras líneas políticas para reconvertirse en una oposición efectiva. Sin embargo, surgen debates sobre la dirección que debería tomar esta reconfiguración, la identidad ideológica del nuevo esquema y quiénes tienen la legitimidad para liderar este proceso.
En este tiempo de incertidumbre y dolor por la derrota electoral, dos corrientes de pensamiento comienzan a emerger. Una propone que el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, sea la figura clave para reestructurar la política y revitalizar el liderazgo, fuertemente golpeado por conflictos internos durante tres años y la contundente derrota en las elecciones.
“El peronismo está en una situación donde Axel es quien mejor posicionado está para generar expectativas en los próximos cuatro años. ¿Quién más sino él?”, analizó un influyente dirigente del kirchnerismo, que ve en el gobernador una opción de renovación generacional y natural dentro del proceso político iniciado por Néstor y Cristina Kirchner hace dos décadas.
En esta línea, este mismo dirigente resalta el giro del oficialismo al elegir a Sergio Massa como candidato y el resultado que esto provocó. “Ya nos hemos movido hacia el centro y nos fue mal. Tuvimos un candidato más hacia la derecha, pro mercado y con poca influencia kirchnerista, y perdimos la elección”, señaló. Detrás de estas palabras subyace la idea de que la reconstrucción debe realizarse desde una posición similar pero con una visión más amplia.
Sin embargo, Massa fue el único nombre propio que logró unir las facciones de un gobierno desgastado, que llegó a las elecciones con un presidente sin capacidad para la reelección y una vicepresidenta con un poder cada vez más limitado y sin capacidad para ordenar a la mayoría. Fue un candidato marcado por su rol como ministro de Economía y una inflación de tres dígitos, lo que contribuyó a la explicación de la derrota electoral.
Kicillof pudo haber sido candidato a presidente en las elecciones recientes. Máximo Kirchner presionó para que así fuera, pero no logró cambiar su decisión de buscar la reelección en la provincia de Buenos Aires, avalada por Cristina Kirchner y gran parte del entorno kirchnerista. Aunque ya se perfilaba como una renovación en un ciclo político agotado, decidió ratificar su gestión. A pesar de un desgaste soterrado generado por La Cámpora y cuestionamientos de importantes intendentes del conurbano, logró el respaldo electoral.
El gobernador bonaerense se destaca por encima de otros gobernadores peronistas restantes. Tiene argumentos sólidos: gobierna la provincia más importante del país en términos electorales, logró su reelección con el 45% de los votos, tiene vínculos directos con la Vicepresidenta, una buena relación con sindicatos y movimientos sociales, además de credibilidad y empatía con la gente.
Durante la campaña, Kicillof fue apoyado por un nuevo grupo de poder en el territorio bonaerense, conformado por intendentes como Fernando Espinoza (La Matanza), Jorge Ferraresi (Avellaneda), Mario Seco (Ensenada) y Andrés “Cuervo” Larroque, que se apartó de la secretaría general de La Cámpora para crear la agrupación “La Patria es el otro”. Estos cuatro mantienen una relación tensa con La Cámpora, al igual que el gobernador. Si Kicillof busca ampliar su liderazgo, puede hacerlo desde esa base política.
“No veo a Axel liderando. Representa demasiado a una tribu cuya identidad es el conurbano y el kirchnerismo, y eso fue rechazado”, opinó un legislador bonaerense con comprensión del pensamiento K, pero que, como varios dirigentes, entiende la necesidad de un cambio en la conducción política y considera que el gobernador no puede encarnar ese cambio por estar totalmente alineado con Cristina Kirchner.
En diversas facciones del oficialismo, excepto en el mundo K, reconocen que la identidad kirchnerista ha sufrido un desgaste considerable después de dos décadas. Es decir, respaldan la idea de Alberto Fernández, quien desde hace dos años argumenta en círculos políticos que el peronismo necesita renovarse, pues el ciclo de los Kirchner está agotado y ya no logra atraer a la mayoría, más allá de su núcleo de seguidores leales.
La segunda corriente de pensamiento plantea un giro más marcado hacia el centro, alejándose del kirchnerismo duro, el cristinismo y La Cámpora. Propone una modernización de la agenda política y económica. En este escenario, entraría en juego el actual gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, quien desde hace tiempo promueve un peronismo centrado en el interior y busca impulsar un modelo desarrollista.
“Schiaretti no será parte del gobierno de Milei. Si todavía tiene que escribir una historia importante, estará vinculada a la reconstrucción del peronismo a nivel nacional”, afirmó un funcionario del peronismo cordobés con conocimiento sobre las acciones del mandatario y los desafíos que enfrenta en su extensa carrera política.
El gobernador salió relativamente bien parado en las elecciones. Aunque no fue competitivo para la presidencia, aseguró algunos diputados afines y promovió el mensaje del exitoso modelo de gestión cordobés. Además, se convirtió en árbitro en una disputa electoral crucial para el país, lo que le otorgó más protagonismo y reconocimiento.
El 10 de diciembre, Schiaretti dejará la gobernación a Martín Llaryora, quien considera que es momento de trascender las fronteras del cordobesismo para forjar un nuevo camino para el peronismo a nivel nacional. Esto implica dejar de construir la fuerza política desde el con
urbano y comenzar a desarrollarla desde el corazón productivo del país.
Llaryora es visto por muchos como otro de los líderes emergentes del movimiento peronista, aunque aún debe consolidarse en la gestión como gobernador. Comparte una visión más amplia sobre el papel del cordobesismo y pertenece a una generación cercana a los 50 años que propone un cambio profundo en la mirada del peronismo sobre el campo, la industria y la política exterior. También es un posible candidato presidencial, aunque su enfoque actual debe estar en la gestión y en establecerse como líder en la conducción provincial.
En este nuevo escenario, Schiaretti podría funcionar como un puente entre los gobernadores peronistas, los legisladores y los intendentes del interior. Podría ser el canal de comunicación para dar forma a un nuevo espacio político que se vaya configurando durante el primer año de gobierno de Javier Milei y se convierta en una alternativa para aquellos que consideren que el kirchnerismo ha cumplido su ciclo como líder del país.
“Schiaretti tiene tiempo y no está cargado con la gestión. El peronismo cordobés puede dar un impulso a la reorganización del espacio. Es útil para modernizarnos y sacarnos de encima al kirchnerismo. Hoy hay espacio para hacerlo”, evaluó un legislador del interior con experiencia en el peronismo. Agregó: “Axel debe discutir hacia adentro y convertirse en el líder de lo nuevo”.
Esta idea de modernización tiene dos aspectos cruciales. El primero es que, en el proceso de reacomodamiento político, podría surgir una alianza con un sector del radicalismo y del ala más moderada del PRO, quienes quedaron sin rumbo claro ni liderazgo compacto después del acuerdo de Macri y Bullrich con Milei.
El segundo aspecto es que Kicillof asuma la responsabilidad de fortalecer su incipiente liderazgo en la construcción de una nueva identidad, dejando atrás, aunque no borrándolo, el liderazgo de Cristina Kirchner. Es decir, llevar adelante la creación de una “nueva canción”, tal como él mismo mencionó durante la campaña en un acto que desencadenó la crítica de Máximo Kirchner y La Cámpora, acusándolo de desleal y de intentar distanciarse del liderazgo de la Vicepresidenta. En esencia, estaba señalando la necesidad de un cambio que se ha prolongado demasiado en el tiempo.
El peronismo se encuentra sin una dirección clara. Hace poco sufrió una derrota y por ahora todo es incertidumbre. Es el momento de barajar y dar de nuevo. Aquellos que viven en este mundo político todos los días afirman que se ha cerrado un ciclo y que debe comenzar una nueva era. La voluntad, el ánimo y la convicción de la dirigencia política determinarán si se logra configurar un nuevo espacio que vuelva a cautivar a las mayorías.
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