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“Borges sería cancelado por plagiario, pero esa no habría sido la peor de sus preocupaciones. También habría sido acusado de apropiación cultural y habría sido mal interpretado constantemente al tomar literalmente y sin contexto lo que él había dicho con fina ironía y bien contextualizado”. Esta reflexión del escritor español Andrés Barba es un anticipo de la charla presencial que ofrecerá en el marco de la tercera edición del Festival Borges, que se realizará del lunes 5 hasta el viernes 9 de junio en un formato híbrido.
Serán doce charlas que se emitirán por el canal de Youtube del Festival y dos presenciales en la biblioteca de la Casa de la Lectura (Lavalleja 924). La forma de escribir de Borges; su relación con el cine, el tango y los medios de comunicación; el análisis de obras como Fervor de Buenos Aires, El Aleph y Las ruinas circulares; el manuscrito de una de sus conferencias; qué significa para un escritor leer al autor de Ficciones son algunos de los temas que abordarán el autor español Eloy Tizón, el escritor galés Richard Gwyn, el profesor y cantante Walter Romero, el investigador norteamericano Daniel Balderston, las escritoras Clara Obligado, Claudia Piñeiro y Débora Mundani, la investigadora Sylvia Saítta, la profesora Annick Louis, los investigadores Gonzalo Aguilar y Julio Schvartzman, el escritor Carlos Battilana y la periodista Hinde Pomeraniec.
El Festival Borges es un encuentro literario organizado por la editora y gestora cultural Marisol Alonso y la escritora Vivian Dragna que celebra la figura del escritor argentino más universal y se interesa no sólo por la difusión de su obra, sino por la promoción del hábito de la lectura, el intercambio cultural con otros países y la circulación de la literatura argentina. El encuentro comenzará el lunes 5 con tres actividades virtuales: a las 16 con la conferencia “Borges universal”, de Eloy Tizón, a las 18 llegará el turno de Claudia Piñeiro, quien recordará cómo y cuándo leyó a Borges por primera vez, y a las 20 Gonzalo Aguilar recorrerá la vasta relación de Borges con el cine, desde sus primeros textos en la revista Sur hasta su colaboración con Hugo Santiago y Adolfo Bioy Casares en el filme Invasión de 1969.
Barba cerrará el Festival con su charla sobre “Borges, plagiario”. “A Borges le habría fascinado mucho el tema de la Inteligencia Artificial (IA). Y en última instancia muchos de sus textos aspiran de manera muy liminal a una muerte del autor biográfico, sentimental. En eso Borges también es una antimateria del perfil natural del autor contemporáneo, generalmente fascinado con la autoficción y con una visión bastante narcisista de lo literario. Uno de los Borges (porque hay muchos) habría querido ser sin duda una gran IA que escribiera textos perfectamente asépticos, limpísimos e hipercondesados. La misma Inteligencia Artificial también funciona como una invención borgeana. Sería un gran alivio si pudiéramos contar con Borges entre los ingenieros que diseñaran una IA literaria, pero eso sería como poner a un físico a construir una bomba atómica”, plantea el escritor español.
La relación de Borges con el tango era conflictiva. Walter Romero, integrante de la cátedra de Literatura Francesa de la UBA, experto en Marcel Proust y cantante con cuatro discos grabados y una trayectoria tanguera de más de 20 años, observa que hay tensiones interesantes para analizar. “La apuesta de Borges es casi una historia del tango desde lo testimonial, ya que él mismo nacido a comienzos de siglo, entiende que el tango que escuchó y supo conocer es un tango en sus inicios ligado al mundo del hampa, de la hombría, de la poética del coraje que son marcas de su obra. Esa contemporaneidad o cercanía con el tango guarango, el tango sin letra o con letras cortas hechas sobre música, con instrumentaciones que todavía no dependen del bandoneón, en zonas de Buenos Aires donde el tango como baile se muestra en relación con lo prostibulario, es un tango que Borges reivindica y que lamenta en parte haya desaparecido”, explica Romero, que dará su conferencia sobre Borges y el tango el miércoles 7 a las 20 en la Casa de la Lectura.
“Borges reclama ese tango que exalta el cuchillo y los duelos criollos y que todavía no se ha contaminado por el toque italiano que ha vuelto esa ‘mitología menor de Buenos Aires’ en un compendio de tangos llorones o quejosos, muy alejados del tango que él conoció. En esa impronta el tango como lamento o como queja del macho con la aparición de (Carlos) Gardel, figura icónica que no desconoce pero que aborrece como prototipo del tango-canción, de alguna manera para Borges arruina el tango”, precisa el profesor e intérprete.
“Acaso su aporte en la escritura de la milonga, en tanto rescate esencial de esa musicalidad y los tópicos evocadores de figuras como Juan Muraña o Jacinto Chiclana, lo inscriben a Borges en la historia del tango como creador en la evocación de esos guapos y compadritos que conoció. Temas que no sólo encontramos en esas letras ‘para las seis cuerdas’ sino también en la ambientación de muchos de sus cuentos esenciales, como un modo de verdad donde la ciudad se dice y se nombra en letras, en atmósferas, en detalles de una ‘tanguedad’ diseminada”, agrega Romero y destaca que en lo personal es singular en Borges sus preferencias por cantores y letras que siempre reivindican ese origen tanguero por él vivido y que ha quedado registrado en muchas entradas del Borges de Adolfo Bioy Casares. “A partir del augural ‘escuchamos tangos’, Bioy nos cuenta pareceres de Borges sobre intérpretes, letras, modos de enunciarlo y tópicos mientras cenan en el departamento de la calle Posadas al son de la música porteña”.
Richard Gwyn, poeta, narrador, académico y traductor galés, autor de cuatro novelas y varias antologías de poesía, ofrecerá una charla virtual el miércoles 7 a las 18 sobre la recursividad y la hipótesis de los mundos paralelos en dos cuentos: “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” y “El jardín de senderos que se bifurcan”. “El primer cuento marcó un punto de inflexión en la evolución de Borges como escritor. Primero que nada, el cuento se erige como una fusión entre lo ensayístico y lo ficcional, de manera tal que, a partir de entonces, se convertiría en un marcador estilístico de la obra de Borges. Y mientras la forma del cuento desdibuja la distinción entre géneros, el contenido vira hacia la ficción fantástica o especulativa”, analiza Gwyn.
“Y significativamente, hay una línea reveladora cerca del comienzo del cuento que sugiere su estatus recursivo y autorreferencial: el cuento se desarrolla a partir de una discusión que Borges mantiene con Bioy Casares sobre ‘una novela en primera persona, cuyo narrador omitiera o desfigurara los hechos e incurriera en diversas contradicciones, que les permitieran a unos pocos lectores -muy pocos- la adivinación de una realidad atroz o banal’. Nosotros, los lectores, podríamos deducir que esta novela hipotética era el mismo cuento que estamos leyendo, y que el mundo imaginario es en realidad la Tierra; ‘Orbis Tertius’, como se la llamaba en la cosmografía renacentista”.
El autor de El desayuno del vagabundo, libro donde narra su década de vagabundeo alrededor del Mediterráneo, con períodos de trabajo como pescador, peón agrícola y profesor de inglés, afirma que “la idea de que nuestro mundo es uno de muchos mundos paralelos que se bifurcan unos de otros, momento a momento, sin cruzarse ni comunicarse, con el resultado de que cada permutación de cada evento tiene el potencial de ocurrir en alguna parte, es a la vez atractiva y aterradora”. Gwyn revela que leyó “El jardín de senderos que se bifurcan” por primera vez hace muchos años sin saber entonces que Hugh Everett III, un estudiante de doctorado de Princeton, había publicado en 1957 una tesis que introdujo la hipótesis de los mundos paralelos, en la que afirmó que “vivimos en un multiverso de mundos en los que existen innumerables copias del contenido de cada uno de ellos, incluyéndonos a nosotros mismos”.
“Cada elección o decisión en el curso de una vida precipita la división del universo, que luego continúa dividiéndose, infinitamente, con cada decisión que sigue. Las similitudes entre la hipótesis de Everett y el cuento de Borges son notables y llevan a muchos comentaristas a especular sobre el conocimiento de física de Borges, a pesar de que su historia es anterior a la tesis de Everett”, aclara el escritor y traductor galés y cita al físico argentino, Alberto Rojo, quien ante la similitud entre los dos textos pondera “la extraordinaria manera en que la mente de Borges se sumergió en la matriz cultural del siglo XX, en esa compleja red cuyos componentes secretos se ramifican más allá de las demarcaciones entre disciplinas. Mientras que las ideas de Everett se pueden leer como ciencia ficción, en ‘El jardín de senderos que se bifurcan’, la ficción se puede leer como ciencia”.
Gwyn recuerda que en el ensayo “Cuando la ficción vive en la ficción”, de 1939, Borges afirma que su primer encuentro con el concepto de infinito tuvo lugar ante una gran lata de galletitas que dio “misterio y vértigo a mi niñez”. “Esta experiencia de Borges, a su vez, evoca el vértigo que el lector siente ante los diversos acertijos y laberintos, las duplicaciones y reduplicaciones, y los modos de narración recursiva que aparecen en sus cuentos se convirtió en un sello distintivo de su obra literaria”, concluye el escritor y académico galés.
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