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Daniela Carbone, la azafata de 47 años que fue detenida el domingo cuando aterrizó en el país, pasa sus horas tras las rejas de una celda en la sede de la Policía de la Seguridad Aeroportuaria. Por ahora no será trasladada a una unidad penitenciaria, indicaron fuentes consultadas por Infobae. El juez federal Federico Villena, a cargo de la investigación, analiza por estas horas las pruebas de la causa y espera el resultado de una serie de diligencias. En los próximos días el juez deberá resolver si la procesa: se la acusa de intimidación pública, entorpecimiento de los servicios públicos y coacción agravada.
Por lo pronto, la mujer decidió no declarar el martes pasado cuando enfrentó su indagatoria. Fue por consejo de su defensa que terminaba de conocer las pruebas contra su cliente, porque la causa había estado en secreto de sumario. Los investigadores cuentan con diferentes indicios que llevaron a detenerla. Y también con la sospecha de que intentó destruir prueba, borrando el contenido del teléfono, de manera remota.
“Yo estuve 5 años con él siendo una mujer impecable, porque te juro que no lo engañé ni con el pensamiento. Cuando te pagan de esa manera quedas destruida. Obvio que no me justifico. Yo me fui al carajo y además que soy comisario del área de internacional, fui instructora en la compañía. Seguramente me echan. Esta bien”. Así hablaba Carbone días después de la amenaza junto a una amiga. A ella le confiaba que estaba “desesperada” después de haber hecho lo que hizo. Su pareja, un joven azafato que trabajaba con ella, la había dejado después de cinco años de relación por una chica más joven que también trabajaría en la aerolínea.
El domingo 21 a la mañana, en el aeropuerto internacional de Ezeiza, cuando se preparaba la partida a las 7:35 del vuelo “AR1304 Ezeiza-Miami” que llevaba a 270 pasajeros y 12 tripulantes, sonó el teléfono. “Decile al capitancito que le pusimos tres bombas en el Miami. Que se deje de joder con la política y chequee el avión porque van a volar en mil pedazos”, decía voz que resultó distorsionada del otro lado del teléfono. En otro llamado, dirigido al piloto del avión, también le advertía que hiciera caso porque sabía a qué colegio iban sus hijos. “Hacé lo que te decimos Pérez (sic) que sabemos a qué colegio van tus hijos”, dijo.
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