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El arbitraje argentino atraviesa la peor crisis de su historia. Se puede explicar de muchas maneras, pero comenzaré con una:
• Un joven con vocación arbitral comenzará sus estudios en una de las escuelas, la de la AFA está dirigida por Federico Beligoy.
• Una vez que el joven egrese, será evaluado por la AFA, cuyo director de arbitraje es Beligoy.
• Una vez ingresado y tras comenzar la carrera será calificado para alcanzar las categorías superiores por el director arbitral que es Beligoy.
• Cuando llegue a árbitro, alcanzará la primera división y más adelante la categoría de internacional de acuerdo a la puntuación que le dé Federico Beligoy.
• Cuando sea árbitro internacional alcanzará los diferentes niveles de competencia (Libertadores, Sudamericana, Mundiales) según la apreciación que haga Federico Beligoy.
• Y, una vez que sea juez internacional y excederá la edad de 48 años podrá pasar a ser internacional de VAR de acuerdo a la decisión de Beligoy.
• Ante una situación coyuntural, ese árbitro tendrá derecho a cometer errores que serán dimensionados por el propio Beligoy y frente a los cuales quedará solo e indefenso, pues el secretario general del gremio de los árbitros es Federico Beligoy.
Lo que le pasó a Diego Abal es la muestra final de un poder omnímodo. Y la suma de tal poder tiene respaldo absoluto y desde hace casi una década en las autoridades que administran y rigen los destinos de la Asociación del Fútbol Argentino.
Entonces la pregunta subsiguiente sería: ¿Y por qué no se forma una lista para competir por el secretariado general de la Asociación Argentina de Árbitros? Y la respuesta es que tras cada intento por llevarla a cabo, chocó con la “recomendación” de no hacerlo pues quienes integrarán esa nómina no dirigirían más o dirigirían esporádicamente sin alcanzar categorías superiores.
Esto le pasó hace más de un año a Germán Delfino y a quienes deberían de acompañarle en la postulación, razón por la cual árbitros con gran futuro como Nicolás Ramírez prefirieron desistir de presentarse a elecciones toda vez que no quisieron comprometer su vocación y su futuro.
O sea el poder de Beligoy resulta absoluto y también conminatorio. No se conoce en la historia del fútbol argentino que alguien fuera empleado de la AFA con un merecido sueldo de siete cifras y, a la vez, cruzando la calle Viamonte se convierta en el secretario general del gremio, con su respectivo sueldo. Sería como que Hugo Moyano fuera gerente de un supermercado y sostuviera su cargo de secretario general de Camioneros.
¿A quién se quejaría Diego Abal o los Abal del futuro tras una cesantía unilateral luego de habérsele prometido, a fines del año pasado, sostener por largo tiempo su condición de árbitro internacional de VAR?
Los árbitros, cuyo salario máximo es de 800.000 pesos mensuales, y que aspiran a ser designados en partidos internacionales donde habrán de cobrar 3.000 dólares por partido nunca han podido elevar su demanda salarial por cuanto el riesgo es dirigir menos y no viajar al exterior.
Es absolutamente indiscutible que el VAR a cargo de Diego Abal cometió un grave error que en este caso terminó perjudicando al club Gimnasia y Esgrima La Plata. No es la primera vez que un error arbitral perjudica a un equipo ni tampoco será la última. Dijimos alguna vez, y no es materia de debate ahora, que el VAR no es la herramienta que perfeccionará la justicia futbolística. Por el contrario, es la más atractiva jugada de las apuestas que terminarán corrompiendo al fútbol mundial.
Y en ese vértigo pueden darse insólitas situaciones que profundicen la confusión y hagan que alguien sugiera (dentro de la misma AFA) jugar nuevamente el partido. Este dislate es ajeno a la doctrina de la FIFA y su inimaginable implementación generaría un fútbol de escritorio, pues todos tendrán el mismo derecho a frente a tal insólita sugerencia.
Afortunadamente, frente al pedido de Gimnasia de jugar nuevamente el partido, el Tribunal de Disciplina de la AFA, uno de los más prestigiosos del mundo, supo actuar con celeridad y certeza de acuerdo a la Ley.
Resulta claro que en medio de la discusión futbolística la actitud de Beligoy al echar a Abal compromete inequívocamente su honorabilidad. Recuerdo, por haber sido testigo, circunstancias anteriores de árbitros sospechados y algunos comprobados de dolo, que el procedimiento transitaba por el camino opuesto.
Después de un partido por el Ascenso, muy importante, jugado en el interior del país, hubo denuncias contra un árbitro y Julio Grondona, quien era presidente de la AFA, se ocupó de hacer investigar el tema. Lamentablemente, la investigación policial comprobó que el árbitro había sido sobornado por uno de los equipos. Fue entonces cuando con pena y asombro se le preguntó a Grondona qué se hacía con el árbitro. Y la respuesta del presidente de la AFA de entonces fue: “Esta noticia no debe ser conocida y el árbitro no debe ser expulsado”, ante lo cual un funcionario repreguntó: “¿Cómo no vas a hacer nada?”. Y la respuesta fue: “Oíme vos, que tomás la prueba física de los árbitros, éste tiene que correr cien metros en 9.90, menos que Carl Lewis, ¿me oíste? No pasa ninguna prueba física… Nunca hay que atentar contra el honor de las personas porque el tipo tiene una vida después del arbitraje y tiene una familia. Los árbitros que yo eche serán por cuestiones técnicas y al tiempo de haber cometido el error”. Y, efectivamente en los años sucesivos pude comprobar que frente a dos errores graves puntuales que pudieron significar una vuelta olímpica de un equipo y la clasificación a una copa de otro, aquellos árbitros fueron decantados por el sistema sin quedar expuestos a la opinión pública.
En estas últimas horas, agravado por la controvertida expulsión de un jugador de Boca frente a Arsenal (VAR de por medio), el ambiente del arbitraje insiste con que Beligoy cesará en sus funciones al término del presente torneo. Me permito dudar sobre tal especie por cuanto no es fácil conseguir otro Beligoy, que reciba órdenes de la AFA, baje tales órdenes a los árbitros y a la vez garantice la paz gremial teniendo a su cargo el manejo del sindicato.
Para llegar a ese status Beligoy debe saber y haber participado de situaciones que comprometen al verdadero poder, que no es otro que la fuerza, la influencia y el poder de su empleador.
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