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Desde las fotografías periodísticas publicadas y censuradas o las vendidas al extranjero para documentales e investigaciones de distinta índole, y a 41 años del conflicto bélico, la mirada de la historia vuelve sobre el modo en que se contó la Guerra de Malvinas, tamizada por el modelo comunicacional de la dictadura y trabajado desde los medios públicos y ámbitos académicos.
Más de cuatro décadas nos separan de una de las heridas históricas más visibles, la Guerra de Malvinas, un terreno en el que no solo se disputó la soberanía ante un imperio colonial sino que también se jugó en el ámbito comunicacional, escenario donde se articularon la censura y el ocultamiento del registro fotográfico.
El trabajo documental Los Medios de la Guerra, presentado al cumplirse los 40 años del conflicto y producido por los medios públicos, retoma esas imágenes que vuelven a surgir como memoria y actualizan su valor histórico. Pero además de las imágenes, desde la academia se realizó un trabajo indispensable que arroja una luz valiosa sobre los hechos. De esta forma, se recopilan testimonios de los testigos directos de estas “disputas simbólicas”, muchas invisibilizadas en el momento del conflicto.
“La disputa es simbólica”, sostiene Cora Gamarnik, investigadora especializada en fotoperiodismo argentino. “La primera víctima de la guerra es la verdad”, es la frase que abre el documental e ilustra el uso mediático por parte de la última dictadura para sostener una “gesta heroica” y prolongar un gobierno en crisis, pero que también expone la contraparte: la venta del material fotográfico producido por los reporteros gráficos de la agencia nacional de noticias a los medios extranjeros, junto con la censura al material que desmentía “la narrativa oficial”, todo conocido mucho tiempo después.
Sólo los medios públicos fueron habilitados para cubrir todo el conflicto bélico en Malvinas, pero unos días antes Rafael Wollman, exfotógrafo de la Agencia ILA, fue el único corresponsal en Malvinas en el momento del “inesperado” desembarco del 2 de abril. Su foto mostrando “la humillación de los marinos de la Royal”, explica Gamarnik, trastocó la programada “incursión bélica” desde el “sentido a comunicar” basada en el genuino reclamo territorial, aún en disputa diplomática. Un reclamo que responde también a la característica de país bicontinental de la Argentina, sus recursos estratégicos y soberanía.
Consideradas como agente histórico, las imágenes guardan en su memoria los acontecimientos que influyeron en cómo éstos “fueron vistos y narrados”, y de allí su relevancia.
“Durante la Guerra de Malvinas, las fotografías fueron el principal argumento de venta de las revistas” -explica Gamarnik-, al darle “credibilidad” al relato, una información que “ocupó el 90% del espacio en los semanarios de actualidad y entre el 57 y el 60% en los diarios”, detalla.
Sin embargo, en ese hilvanado ininterrumpido de la historia, el hito relevante previo a la guerra, tal como se remarca, fue la masiva marcha popular convocada por la CGT contra la dictadura cívico militar el 30 de marzo de 1982, abiertamente reprimida.
El fotógrafo Roman “Polaco” von Eckstein, enviado junto a Eduardo Navone y Eduardo Farré a cubrir el conflicto, para la agencia Télam, fue protagonista ese 30 de marzo de aquella foto icónica, “Dame el rollo”, en la que se lo ve forcejeando con un policía que quería arrebatarle el material de la movilización.
Hasta el día de hoy, reclama por fotos de su autoría realizadas en la isla que fueron vendidas por fuera de la empresa periodística.
“Tres días después, y bajo este turbulento contexto social, el presidente Galtieri ordenó el desembarco de tropas en las islas Malvinas que estaban en posesión de los ingleses desde 1833. Tan solo habían transcurrido tres días desde la huelga. En tan solo tres días los ánimos dieron un giro de 180º”, subraya Luciano Arias, un joven profesor de historia, en una investigación sobre el tema, para la Universidad Nacional de Rosario.
Luego vendrá la falsa fotografía del desembarco que mostraba una bandera argentina en las islas que ilustró tapas de revistas y diarios de la época, el montaje de una imagen que nunca existió. Tal como se ejemplifica en el sitio especial que la agencia Télam le dedica a las fotografías de su acervo: la épica de “un grupo de soldados plantando la bandera argentina en las islas”, corresponde a “un montaje falso que se llevó a cabo en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA)”, y luego se sumarán otros montajes realizados en suelo patagónico, destinadas a ilustrar el conflicto.
Por otro lado, Gamarnik evidencia que durante el conflicto “hubo una ausencia unívoca de imágenes en donde pudiesen verse las dificultades que atravesaban los soldados en las islas: la suciedad, el frío y el hambre”.
Arias investigó sobre la guerra de Malvinas centrándose “en analizar el rol de los medios durante el conflicto” y para ello tomó el diario El Norte de la ciudad de San Nicolás de los Arroyos, provincia de Buenos Aires. Al comparar el medio local con los extranjeros -británicos y un joven diario El País como terreno neutral- pudo visibilizar “la alteración de las noticias”.
Entre las conclusiones está presente el uso de la información para desinformar y orientar la opinión pública escamoteando la realidad, manifestado como uso “discrecional” y “distorsión de la información” por parte de ambos países en conflicto, según conveniencia, sin observarse coincidencias sobre lo que aconteció hasta el fin de la guerra, en junio.
El conflicto bélico también fue un negocio para algunos pocos con el contrabando fotográfico. “Uno de los casos más escandalosos fue luego del hundimiento del ARA Belgrano”, dice Arias, sobre el evento del 2 de mayo a manos del submarino nuclear británico HMS Conqueror.
“El teniente de Fragata Martín Sgut, mientras se encontraba en los botes salvavidas, tomó cuatro fotos del barco mientras se hundía. La cámara con el rollo fue entregada a sus superiores y las fotos aparecieron primero en medios extranjeros, siendo el primero el New York Times”, cuenta el investigador.
Mirado desde el presente, vale preguntarse cómo se leen estas mentiras. Arias responde: “Las mentiras se desmontan recién al finalizar el conflicto, cuando se conoce el resultado de la guerra, ahí hay un primer acercamiento a lo que sucedió de verdad. Pero recién después de varios años transcurrido el acontecimiento y por testimonios de los excombatientes podemos decir que se llega a una verdad casi completa. El nacionalismo fue una herramienta, un recurso que supieron explotar para lograr el apoyo de la población”, sostiene.
¿Cuál fue el rol de los medios en ese momento? “Desde mi perspectiva, uno solo: trasmitir buenas noticias y calmar así los ánimos sociales. Esto se daba porque el medio en cuestión era afín al gobierno militar o por el miedo de sufrir represalias”. Diferencia la dirección de los medios de los periodistas “en especial los que estaban en las islas, intentaban mostrar la realidad, pero siempre eran censurados”, señala Arias.
En cuanto al rol actual, cree que “los medios siguen jugando con su ideología, es imposible que se separen de ella, pero en mayor o menor medida nadie niega la locura que fue comenzar una guerra contra un país tan poderoso”.
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